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Por otro lado, la gran pregunta que a mí personalmente me genera ¿Es que tanto alcance tiene la población costarricense promedio de escuchar cómo se siente un o una artista respecto a los cambios presupuestarios en cultura y educación en las redes sociales o en su vida cotidiana? ¿Realmente creemos que nos están escuchando o que les interesa escucharnos? Es probable que nuestro círculo más cercano, incluyendo nuestros colegas, familiares, amigos y uno que otro u otra estudiante que lleva un curso de arte, no porque quiera, sino porque es parte de su plan de estudios; estén al tanto de estos temas, pero lo cierto es que la mayoría de la población no le encuentra valor. Porque como bien se evidencia en el personaje B muchas personas desconocen cómo se estudian las carreras artísticas o de qué viven los artistas. Mucho menos conocen que el sector cultura, aporta más que la producción bananera y cafetalera para el PIB.
De modo que apoyan al presidente cuando lo que propone es “ahorrarse esa plata que se está malgastando.” Porque claro, si él quiere ver una obra de teatro en cualquier momento, puede tomar un avión o pagar lo que le cobren. O si a sus hijas se les antoja llevar clases de baile de salón lituano como lo hizo su madre, de guitarra o talleres de empoderamiento femenino, nada más pagan. Pero se le olvida que la señora de Purral que igual que el resto de personas que viven en este territorio, paga impuestos (que deberían invertirse en educación y cultura como sí ocurría hace unas décadas); probablemente ni ella ni sus nietos van a poder disfrutar dignamente de estas actividades que como ya está demostrado nutren el pensamiento crítico, desarrollan las “famosas habilidades blandas” y tienen un impacto en la disminución de la criminalidad, de este país que dicho sea de paso, cada día está más violento.
Además, es posible que a como vamos, aún ni pagando, la señora de Purral podría disfrutar de una obra de teatro, un concierto, un taller, una caricatura o un dibujo del mismo nivel técnico y con contenido por el que podría pagar la familia del presidente fuera de este país. Porque lo que le sucede al personaje “A” es solo un ejemplo de lo que le pasa actualmente a muchos artistas no solo costarricenses, sino latinoamericanos que no se pueden dedicar a explotar su potencial, porque simultáneamente a sus proyectos artísticos tienen que trabajar en X, Y y Z para cumplir con la famosa “operación frijoles” o necesidad de tener otros empleos para subsistir. Y este es el mejor de los casos porque la mayoría de los talentos se están fugando a otras áreas y es entendible porque independientemente de su talento y sensibilidad se rinden y terminan entregándole su espíritu a Uber, un call center o un restaurante como saloneros o saloneras.
Por este y otros motivos es que encuentro necesario que la obra Posse de Raíz Teatro se siga presentando en salones comunales y espacios en los que usualmente el gremio artístico no frecuenta con tanta constancia; para compartir con el público nuestras pesadillas como artistas y porque ellos y ellas tampoco quedan fuera de esta ficción- realidad. En el fondo, desde mi perspectiva, esta obra nos invita a reflexionar sobre la desconexión entre el arte y las comunidades, reflejada en la falta de encuentros entre personas que comparten un mismo entorno: el barrio, el bus, sala de espera o lugares de trabajo. El diálogo que nos permite el arte es importante porque mediante distintos lenguajes o juegos saca a flote la creatividad de cada quien, pero también lo que tienen en común con quienes le rodean. Asimismo, es una oportunidad para dar voz a nuestras experiencias y evitar que se repitan historias que nos afectan negativamente una y otra vez.
Hannah Gómez Quesada
Bach. Artes Dramáticas, estudiante de licenciatura de Historia del Arte; UCR
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